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Lunes de buenas noticias  -  Evangelio                                                  23 de noviembre

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En diversos evangelios, Jesús nos habla de los niños o nos pone en sus ejemplos a los pequeño. El niño es un ser débil y humilde, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la envidia, no busca puesto privilegiados,  no tiene nada que decir en la avidez de los adultos, el niño tiene conocimiento de su pequeñez y su debilidad. Jesús no solo quiere demostrarnos su gran amor por nuestros niños, en los Evangelios la sencillez de corazón es reclamada con insistencia, la limpieza y la humildad del espíritu es un requisito indispensable para llegar al Reino de los Cielos.

 

En un ocasión Jesús nos dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel que me envió”  Lc 9, 46-50

 

Sucedió que a los discípulos de Jesús se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande. El pensamiento nos juega a veces una mala pasada, excitando pasiones por la codicia de la gloria, como les sucedió a algunos discípulos, entonces les vino en el pensamiento la idea de preguntar quien de ellos sería el mayor o el más grande. Parece que esta pasión nace cuando en una ocasión no pudieron curar a un endemoniado y se culparon entre ellos la impotencia de unos a otros. En otra ocasión ellos habían visto que Pedro, Santiago y San Juan, habían sido llamados aparte y llevados al monte.

 

Pero Jesús, conocía perfectamente bien el corazón de sus íntimos amigos, conocía lo que pensaban y lo que sentían y se daba cuenta lo que ellos planeaban y tramaban en su interior. Jesús, que sabe muy bien como salvar a los hombres de las caídas, cuando vio que se suscitaba esta idea en la mente de sus discípulos como un germen de amargura, antes que tomase incremento, la arrancó de raíz. Es así como conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo:

 

"El que recibe a este niño en mi Nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ése es el más grande".

 

El niño tiene el alma sincera, es de corazón inmaculado, y permanece en la sencillez de sus pensamientos, el no ambiciona los honores, ni conoce las prerrogativas, entendiéndose esto por el privilegio concedido por una dignidad o un cargo, tampoco teme ser poco considerado, ni se ocupa de las cosas con gran interés. A esto niños ama y abraza el Señor; se digna tenerlos cerca de sí, pues lo imitan. Por esto dice el Señor (Mt 11,29): "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón".

 

Dos enseñaza muy claras, nos dejo aquí Jesús, una que enseña simplemente que los que quieren ser más grandes deben recibir a los pobres de Cristo por su honor, y otra los exhorta a ser párvulos en la malicia.

 

El mayor será quien reconozca su más grande indigencia ante Dios, y será mayor quien más ame al humilde.

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