A raíz de numerosas intrigas internas provocadas por el instigador Mario Sozzi, el entonces Papa Inocencio X decidió suprimir la orden fundada por José de Calasanz y la redujo a una simple asociación de maestros. Esto supuso un duro golpe para el fundador a sus 89 años de edad, después de más de cincuenta años de duro trabajo. Sin embargo, él no se rebeló y aceptó con gran humildad esta decisión: «El Señor me lo dio; el Señor me lo quitó, bendito sea su santo nombre».

 

La actitud del Papa Inocencio X dista mucho de la visión que el Papa Francisco tiene sobre la importancia del derecho a una educación universal y gratuita. Seguramente, si Francisco hubiera sido contemporáneo de San José de Calasanz ambos se hubieran entendido mucho mejor. 

 

En un discurso del papa Francisco sobre educación habló como sin duda lo hubiera hecho José de Calasanz: «No todos los jóvenes y los niños tienen derecho a la educación. Esta es una realidad mundial que nos avergüenza. Es una realidad que nos lleva hacía una selectividad humana y que en cambio de acercar a los pueblos los aleja».

 

Francisco abogó por «una educación inclusiva» en la que «todos tienen un lugar».