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CUENTO 

Casi seis años pasaban ya desde que José hubiera llegado a Roma. Durante este tiempo, el santo había estado  trabajando al servicio de la familia Colonna, conocidos banqueros y miembros de uno de los linajes más ricos y poderosos de la ciudad que gozaban del lujo y el confort  de una gran villa en el centro de la ciudad. Calasanz disfrutaba de una buena situación económica, vestía con sotanas caras y podía permitirse buena comida.  

Sin embargo, a pesar de esta vida aparentemente fácil y cómoda San José no era feliz, y a menudo gustaba de dar largos y solitarios paseos por las orillas del río que bañaba la ciudad y donde nunca faltaban distracciones y  gente con la que conversar. El rio Tiber era sitio de reunión para muchos y lugar de recreo para una enorme cantidad de pequeños que pasaban el día pescando y refrescándose en sus aguas. 

Sus salidas solían terminar cerca de una diminuta parroquia llamada “Santa Dorotea” que había descubierto una tarde casi por casualidad, cuando perseguía a un pequeño “ladronzuelo” que en un descuido había conseguido arrebatarle la hermosa bolsa de piel con monedas que colgaba de su cinturón. 

Aquel pequeño había buscado refugio dentro de la iglesia y José no había dudado en seguirlo. En el interior de aquella oscura y poco decorada capilla Calasanz encontró al pequeño bribón, pero también halló algo mucho más valioso. Aquel muchacho rubio de no más de ocho o nueve años estaba arrodillado delante de la imagen de una sencilla virgen de madera vestida con una preciosa túnica azul y complementada por una humilde corona con doce perlas que simulaban estrellas.  Calasanz se arrodilló y decidió acompañar al pequeño en su oración. 

Desde ese momento, muchas fueron las tardes en las que el santo acudió para rezar y pedir ayuda para llenar ese vacío que sentía y que su bolsa de nuevo repleta no podía llenar. El verano de 1597 fue especialmente lluvioso y el río Tíber se desbordó provocando la más catastrófica inundación del siglo XVI. Como resultado de dicha tragedia hubo más de dos mil muertos, y centenares de familias quedaron sin techo ni alimentos.

 Calasanz visitó los barrios más afectados y con lágrimas en los ojos se adentró en la pequeña capilla que solía visitar. Se arrodilló cerrando los puños con furia y con toda la fuerza de la que era capaz clamó a Dios diciendo “Señor ¿No ves que estos niños están sufriendo? ,¿ por qué no haces nada para aliviar su dolor? “. Entonces una voz cálida y poderosa resonó en el templo. “José, ABRE LOS OJOS, yo te hice a ti”.

Calasanz prometió no dejar solos a aquellos niños y nunca los abandonó.  No se desanimó y decidió lanzarse solo a la aventura. Y así, en la parroquia de Santa Dorotea, comenzó en 1597 la primera escuela gratuita de Europa, con un nombre muy conocido: «Escuela Pía».

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FUNDACIÓN
EDUCATIVA
ESCOLAPIAS

Señor, Dios rico en sabiduría que por medio de San José de Calasanz  manifestaste la grandeza de tu amor hacia los niños, especialmente los más

necesitados, concédenos imitar su ejemplo de oración y trabajo para poder seguir el camino de Jesús como  él supo seguirlo. AMEN

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