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Miércoles de fábula

Miércoles 3 diciembre 2025

Demasiados senderos

Hace muchos años, un humilde ganadero chino perdió una oveja, y pidió a todos los vecinos que le ayudaran a encontrarla, incluido el sirviente de Zang Yi, un maestro muy famoso del lugar al que acudían cada año muchos estudiantes.

El maestro, le preguntó:

– ¿Tantas personas necesitas para encontrar la oveja?

– Sí, y muchas más… porque en la montaña hay muchos senderos, y no sé por cuál se habrá ido mi oveja…

El maestro asintió y se retiró. Esa misma noche regresaron todos después de una intensa búsqueda, y Zang Yi, salió presuroso a preguntar:

– ¿Y qué? ¿Encontraste la oveja?- le dijo a su vecino.

– No, que va… No la encontramos- respondió él, muy triste.

– ¿Y por qué no la encontrásteis?- preguntó de nuevo el maestro.

– Porque son demasiados senderos…Y uno conduce a otro. Imposible encontrar mi oveja.- respondió el hombre.

Desde ese instante, el sabio Zang Yi se mostró muy pensativo y hasta dejó de sonreír. No quería hablar con nadie, centrado en sus meditaciones.

– Cuando hay demasiados senderos, un hombre no puede encontrar su oveja- respondió este sabio- Y cuando un estudiante se dedica a demasiadas cosas, pierde su ruta y malgasta su tiempo. Siendo discípulo del mejor maestro, usted parece que no aprende nada…

Moraleja: «Cuando en tu camino te dedicas a demasiadas cosas, puede que no encuentres lo que buscas».

 

REFLEXIÓN/MORALEJA

Demasiadas tareas, demasiados senderos…: Hoy en día nos dedicamos a muchísimas cosas al mismo tiempo. Estas tareas son como los senderos por donde el hombre que perdió a su oveja salió a buscarla. Eran tantos que ni con toda la ayuda de sus vecinos consiguió encontrar lo que buscaba. Cuando nos dispersamos y nuestro interés de pronto se multiplica, el verdadero objetivo se pierde entre cientos de senderos. Lo más normal es que no lo consigas encontrar.

 

PETICIÓN U ORACIÓN FINAL

 A tu amparo ….

Miércoles 10 diciembre 2025

TÍTULO DE LA FÁBULA

El jardín del rey

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.

Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid.

Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.

La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble.

Entonces encontró una planta, una Fresia, floreciendo y más fresca que nunca.

El rey preguntó:

¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?

No lo sé, quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías Fresia.

Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda".

Ahora es tu turno.

Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mírate a ti mismo.

No hay posibilidad de que seas otra persona.

Puedes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor, O puedes marchitarte en tu propia condena…

 

REFLEXIÓN/MORALEJA

A veces nos empeñamos en ser lo que no somos y queremos copiar lo de otros, Todos somos diferentes, cada quien tiene su esencia, su talento y sus dones, pero todos somos valiosos así tal cual, no necesitas cambiar para ser aceptado.

Aquí lo importante es aceptarnos y amarnos tal y como somos, somos únicos e irrepetibles, somos maravillosos y valiosos.

Enfócate en ti, en ser mejor cada día y verás como todo marchara mucho mejor. Solo se feliz

 

PETICIÓN U ORACIÓN FINAL

 A tu amparo ….

Miércoles  17 diciembre 2025

TÍTULO DE LA FÁBULA

El elefante encadenado

Cuando yo era pequeño, me encantaban los circos. Lo que más me gustaba de los circos eran los animales, y el animal que más me impresionaba era el elefante. Me fascinaban sus enormes dimensiones y su fuerza descomunal.

Sin embargo, después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que le aprisionaba una de las patas. La cadena era gruesa, pero la estaca era un minúsculo trozo de madera clavado a pocos centímetros de profundidad. Me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, también podía tirar de aquel minúsculo tronco y liberarse.  Aquel misterio sigue pareciéndome evidente.

—¿Qué lo sujeta?, ¿por qué no huye?

Tras preguntarle a mis profesores y parientes que consideraba sabios, la respuesta que me dieron algunos fue la siguiente: «El elefante no se escapaba porque estaba amaestrado». Hice entonces la pregunta obvia, «Si estaba amaestrado, ¿por qué lo encadenaban?». La verdad es que no recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente, hasta que alguien que resultó ser lo suficientemente sabio me dio una respuesta convincente:

«El elefante del circo no se escapaba porque estuvo atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño».

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Seguro que en aquel momento el animalito tiró y tiró tratando de liberarse. Debía terminar el día agotado porque aquella estaca era más fuerte que él. Día tras día debía volver a intentarlo con el mismo resultado. Y así hasta que un día terrible para el resto de su vida, el elefante aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese poderoso elefante no escapa porque cree que no puede,  tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió de pequeño. Y lo peor es que jamás volvió a poner a prueba su fuerza.

REFLEXIÓN/MORALEJA

A menudo a las personas nos pasa lo mismo que al elefante del circo, vivimos encadenados a cientos de estacas que nos quitan libertad. Pensamos que «no podemos» hacer una serie de cosas sencillamente porque un día, hace mucho tiempo, lo intentamos y no lo conseguimos y/o porque alguien nos dijo que no seríamos capaces de lograrlo. Entonces nos grabamos en la memoria este mensaje: «no puedo y no podré nunca»

Hemos crecido llevando este mensaje autoimpuesto y por eso nunca volvimos a intentar liberarnos de la estaca. Cuando a veces sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: “no puedo y nunca podré”. Seguramente ahora somos más fuertes y estamos más preparados, pero aquel recuerdo nos frena a la hora de intentar liberarnos.

PETICIÓN U ORACIÓN FINAL

 A tu amparo ….

Cuento de navidad. Jorge Bucay

 

En una casa más o menos humilde de un país cualquiera vivía una familia compuesta por el matrimonio y sus dos hijos.  Juan, el hijo mayor de 24 años, casi abogado y Priscila, la pequeña de apenas 4 añitos.

Al acercarse la Navidad el padre había comprado un rollo de cinco metros de papel metalizado para poder envolver los regalos antes de ponerlos en el modesto arbolito, armado desde principios de Diciembre en la entrada de la casa.  El 23 en la noche, el hombre se decidió a empaquetar los regalos, más simbólicos que valiosos, para Nochebuena.  Qué desagradable sorpresa fue encontrar en el estante del ropero, el tubo de cartón donde venía enrollado el papel metalizado, desnudo de los cinco metros del costosísimo papel de envoltura.

El dinero era bastante escaso en la familia y posiblemente por eso, a pesar de lo avanzado de la hora, el señor explotó de furia y mandó a llamar a su familia para ver quién había utilizado el papel que él compro para los regalos.  La pequeña Priscila apareció con la cabeza gacha para decirle a su padre que ella lo había usado.

-¿Pero no te das cuenta que ese papel es muy caro y que tu papa tuvo que trabajar varios días para comprarlo?; ¿Podrías decirme para qué tontería usaste el papel metalizado?

La niña salió corriendo y regresó con un paquete del tamaño de una caja de zapatos, envuelta con varias capas del costoso papel, ahora arrugado e inutilizable.

-¿No te dijo tu madre que no debes tocar las cosas de los mayores para tus juegos? ¿Cómo se te ocurre envolver esa caja con cinco metros de papel dorado?

-Es un regalo de Navidad, papá- dijo Priscila- para el arbolito.

-¿Y se puede saber para quien es este regalo tan valioso como para usar todo el rollo de papel en envolverlo?

– ¿Y para quién va a ser?, para vos, papá.

El hombre se enterneció y abrazándola le pidió disculpas por los gritos. Como nos sucede a todos, con el regalo en las manos quiso saber qué contenía y le pidió a la pequeña permiso para abrirlo.  Poco después el hombre volvía a explotar:

-Cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro. ¿Usaste ese papel para envolver una caja vacía?

A la pequeña se le llenaron de lágrimas los ojos y dijo:

-Es que la caja no está vacía, papá, yo soplé adentro cincuenta y ocho besos para vos.

El padre alzó a la niña y le suplicó que perdonara su ceguera y su ignorancia. Dicen que el hombre guardó para siempre la caja debajo de su cama y que siempre que se sentía derrumbado, abría la caja y tomaba de ella un beso de su hija. Esto le ayudaba a recuperar la conciencia de lo que era importante y de lo que sólo eran tonterías.

REFLEXIÓN

Los verdaderos regalos son aquellos que salen del corazón, aquellos que ponen la mirada en los buenos deseos hacia la otra persona y que no ponen su peso en lo material. 

Abrimos nuestro corazón en esta Navidad para acoger el regalo de la presencia de Jesús en nuestras vidas.

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Fundación Educativa Escolapias

A tu amparo y protección

Pastoral Soria
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