Oración de la
mañana
Miércoles de fábula
Miércoles día 8 de Octubre de 2025
ESTOY AHÍ FUERA (saber encontrar a Dios)​
Erase una vez una mujer muy devota y llena del amor de Dios. Iba a la Iglesia todas las mañanas. Por el camino solían acosarla todos los niños y mendigos pero ella iba tan concentrada en sus meditaciones que no se daba cuenta.
Un buen día, tras haber realizado el camino acostumbrado, llegó a la Iglesia en el preciso momento en que iba a comenzar el culto. Empujó la puerta, pero esta no se abrió. Volvió a empujarla y se dio cuenta de que estaba cerrada con llave.
Afligida por no haber podido asistir al culto por primera vez en muchos años y no sabiendo qué hacer, miró hacia arriba... y justamente allí frente a sus ojos, vió una nota clavada en la puerta con una chincheta. La nota decía:
"ESTOY AHÍ FUERA".
(Anthony de Mello. La oración de la rana)
REFLEXIÓN:
¿Qué nos puede decir esta historia? ¿En qué lugares podemos encontrar a Dios?
Cuando rezas a Dios, ¿por qué lo haces?
¿Quién crees que te puede ayudar a encontrar a Dios?
Ideas clave:
- Existe una gran diferencia en quien cumple las normas por ser normas y los que cumplen las normas dictadas por el corazón, en apertura hacia los demás.
- La mujer de la historia que cumplía fielmente sus obligaciones, puede ser un reflejo de nuestras actuaciones, de cómo vivimos. El error está en que si no vivimos los deseos de Dios en la realidad de cada día, tampoco lo vamos a encontrar en lo escondido de un templo.... porque DIOS ESTÁ EN EL TRAJÍN DE LA JORNADA. ​


Miércoles día 15 de octubre de 2025
LA PUERTA DEL CORAZÓN.
Un hombre había pintado un bonito cuadro. El día de la presentación al público asistieron las autoridades locales, fotógrafos, periodistas, y mucha gente, pero se trataba de un famoso pintor, un reconocido artista.
Llegado el momento, se retiró el paño que cubría el cuadro. Hubo un caluroso aplauso. Se podía contemplar una impresionante figura de Jesús llamando suavemente a la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta, parecía querer escuchar si dentro de la casa le respondía alguien. Hubo discursos y elogios. Todos admiraban aquella preciosa obra de arte.
Un observador muy curioso encontró un fallo en el cuadro. La puerta no tenía cerradura. Y fue a preguntar al artista:
- Su puerta no tiene cerradura. ¿Cómo se hace para abrirla?
El pintor respondió:
- No tiene cerradura porque representa la puerta del corazón del hombre, y sólo se puede abrir desde dentro.
Reflexión:
¿Cuándo cerramos la puerta de nuestro corazón a los demás? ¿Se la cerramos a Dios? ¿Qué podrá ocurrir en TI cuando abras la puerta de tu corazón?
​
Ideas clave:
- Hoy es el día de Santa Teresa de Jesús, una gran mujer que mantuvo siempre abierta la puerta de su corazón para poder recibir LUZ en el camino diario tanto de su relación con las demás religiosas como en su relación con DIOS a través de la oración. Todo ello le ayudó a afrontar las dificultades y a dar gracias por lo recibido.
- Esta fábula nos invita a mantener nuestro corazón abierto tanto en verano como en invierno, ya que en TODAS LAS SITUACIONES DE LA VIDA, Jesucristo está a la puerta y llama, si tú estás atento podrá entrar en TI y quedarse contigo conversando. No pierdas la oportunidad.
Miércoles 22 de octubre de 2025
ZANAHORIA, HUEVOS Y CAFÉ
Había una vez una hija que se
estaba quejando a su padre.
Se quejaba de lo mal que le iba
todo y de cómo las cosas le
resultaban siempre difíciles.
Y es que incluso cuando le iban
bien, al final se torcían.
No solo eso: cuando
solucionaba un problema, aparecía otro. Y luego otro. Y otro. Y otro.
Le contaba que estaba muy harta de todo, totalmente perdida, y que había llegado
al punto de recuperar esa idea suya de dejarlo todo y largarse a vivir a Botswana.
Cuando terminó su listado, su desfogue y su pataleta, su padre, que era chef, la
llevó a la cocina.
Escogió 3 ollas, las llenó con agua, las puso en los fogones y, entonces, prendió el
fuego.
Cuando el agua entró en ebullición, colocó unas zanahorias en la primera olla; en
la segunda, un huevo; y en la tercera, unos granos de café.
Y todo esto lo hacía ante la mirada atónita de su hija, ya ansiosa por saber qué
realmente estaba tramando su padre.
A los veinte minutos, sin decir nada, el padre apagó el fuego y fue a buscar tres
tazones.
En el primero puso las zanahorias; en el segundo, el huevo; y en el tercero, el
café.
—¿Qué ves? —Le preguntó el padre.
—Pues unas zanahorias, un huevo y café. —Contestó ella.
Entonces el padre le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que
estaban blandas.
Luego le pidió que tomara el huevo y lo rompiera. Al sacarle la cáscara, observó la
dureza de su interior.
Por último, le pidió que probara el café. La hija sonrió al padre, sin saber muy bien
todavía por dónde le saldría, y le dio un sorbo.
Al cabo de unos minutos, y no entendiendo nada, la hija preguntó:
—¿Qué significa esto, papá?
Y entonces él le explicó que aunque los tres elementos habían tenido que
enfrentarse a la misma adversidad (el agua hirviendo), habían reaccionado en
forma diferente.
—Las zanahorias llegaron al agua fuertes y duras, pero, después de pasar por el
agua hirviendo, se habían vuelto débiles y se deshacían con facilidad; por su
parte, el huevo había llegado al agua frágil. Su cáscara fina protegía su interior
líquido, pero después de hervir 20 minutos, su interior se había endurecido; los
granos de café, eran especiales y únicos: después de estar en agua hirviendo,
habían cambiado al agua.
Y prosiguió lanzando a la hija una pregunta:
—Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?: ¿eres una
zanahoria, un huevo o un grano de café?
Y la hija se quedó pensativa…
Momentos de reflexión
Y tú, ¿cómo actúas ante los imprevistos y las dificultades? ¿Te consideras una
persona «fuerte» pero sientes que, en los momentos de mayores retos, te
debilitas? ¿Pareces «frágil» pero te sorprendes con tu dureza cuando hay una
situación que pensabas que, de primeras, te iba a sobrepasar? ¿O eres más como
el café, que es capaz de transformar la adversidad en un aroma sublime y un
sabor que cuenta historias?

LOS TRES ANCIANOS
Los tres ancianos
Una cálida tarde de verano,
cuando estaba a punto de ponerse
el sol, una mujer salió al jardín de
su casa con una gran jarra de agua
entre las manos para regar las
flores ¡Adoraba las plantas y nada
le gustaba más que cuidarlas con
esmero!
Mientras contemplaba sus
hermosas begonias observó que
tres ancianos de barba blanca como la nieve traspasaban la valla de su propiedad y se sentaban
sobre la hierba. Extrañada, dejó la jarra sobre el banco de piedra que tenía en la entrada y se
acercó a hablar con ellos.
– Buenas tardes, caballeros. No les conozco… ¿Son nuestros nuevos vecinos?
Uno de los ancianos, el que estaba sentado a su derecha, se apresuró a responder:
– No, señora, no somos de por aquí.
La mujer se dio cuenta de que eran muy viejitos y que además parecían cansados y hambrientos.
Generosamente, les animó a entrar.
– Me da la sensación de que tienen apetito y me gustaría invitarles a probar el estofado que acabo
de preparar. Mi marido y yo estaremos encantados de compartir nuestra humilde mesa con
ustedes.
Los ancianos se miraron y el que estaba sentado a la izquierda tomó la palabra.
– Es usted muy amable pero no podemos ser invitados a una casa los tres juntos.
La mujer se quedó estupefacta.
– Perdone pero no entiendo lo que me dice ¿Qué quieren decir con que no pueden entrar los tres
juntos? Mi casa no es muy grande pero hay sitio para todos.
El tercer anciano, situado en medio de los otros dos, sonrió y se lo explicó todo.
– Mi nombre es Riqueza y vengo a traerles toda la fortuna que se pueda imaginar. Mi compañero
de la derecha se llama Éxito y viene cargado de fama y honores. El que está sentado a mi
izquierda se llama Amor y quiere regalarles afecto y ternura a raudales.
Por un momento la mujer pensó que esos tipos tan extraños le estaban tomando el pelo pero antes
de que pudiera decir nada, Riqueza siguió hablando.
– Solo uno de nosotros podrá cenar con ustedes, pues debe elegir entre la riqueza, el éxito o el
amor. No se preocupe, esperaremos aquí mientras lo decide con su familia.
La mujer asintió con la cabeza y entró corriendo en la casa. Su esposo estaba tumbado en la
cama, muy concentrado en la lectura del libro que tenía entre las manos; su hija, una linda niña de
diez años, sentadita sobre el suelo de madera peinaba a su muñeca favorita.
– ¡Escuchadme, por favor, tengo algo urgente que contaros!
Los dos la miraron intrigados y ella relató palabra por palabra la conversación que acababa de
tener con los ancianos de barba blanca. Cuando terminó, su marido pensó que todo era muy raro.
– ¡Tranquilízate, cariño! ¿No se tratará de una broma?
– No, no, te aseguro que dicen la verdad ¡Sé reconocer cuando alguien miente descaradamente y
estos tres caballeros parecen muy sinceros!
– Bueno, vamos a suponer que tienes razón. Si es cierto lo que cuentan ¡estamos ante una
oportunidad increíble que no podemos desaprovechar!
– Sí, sí que lo es ¡pero tenemos que darnos prisa y decidir ya a cuál de los tres invitamos a cenar!
El hombre empezó a pasear de un lado a otro más nervioso que una lagartija dentro de una caja
de zapatos.
– Creo que debemos elegir a Riqueza… ¿Te imaginas lo que sería ser ricos para siempre?
¡Tendríamos de todo y viviríamos como reyes!
La esposa negó con la cabeza.
– ¡Uy, no sé, no sé!… No lo tengo nada claro ¿No sería mejor invitar a Éxito? Seríamos admirados
por todo el mundo y la gente nos trataría de manera especial ¡Siempre he deseado ser una
persona famosa e importante!
La niña, que escuchaba atentamente la conversación, los miró con incredulidad y expresó su más
sincera opinión.
– ¡Papá, mamá, no os entiendo! Lo más importante de la vida es el amor y es a Amor a quien
debemos invitar a cenar.
Los padres se quedaron callados y se sintieron profundamente avergonzados. La madre se agachó
y acariciándole la carita, le dijo:
– Tienes razón, cariño mío, el amor es lo que tiene más valor.
El padre también se puso a su altura y reconoció su equivocación.
– ¡Ay, hija mía, qué bien hablas y qué bien razonas! ¡Ahora mismo salgo a comunicarles nuestra
decisión!
Descalzo como estaba salió al jardín y vio a los tres ancianos esperando en silencio, tal y como
habían prometido.
– Señores, nos gustaría muchísimo que pasaran los tres, pero como solo podemos escoger a uno
hemos decidido que con mucho gusto invitamos a Amor. Si es tan amable, acompáñeme, por
favor.
Amor, el anciano con más cara de bonachón, se acercó a él y juntos caminaron sobre la hierba.
Entraron en la casa y la mujer le indicó que se sentara a la mesa.
– Es un placer tenerle con nosotros, señor Amor.
El anciano sonrió y tomó asiento. En ese mismo instante, los otros dos se presentaron en el
comedor. La familia se miró desconcertada y la mujer se acercó a ellos con amabilidad.
– Pasen, por favor, están en su casa. Estamos felices de que también se unan a la cena pero me
gustaría saber por qué al final los tres aceptan nuestra invitación. Nos hicieron escoger a uno y
decidimos que fuera Amor… ¡Perdonen, pero la verdad es que no entiendo nada!
El señor Amor miró a la niña que estaba sentada a su lado, le guiñó un ojo, y resolvió el misterio.
– Verá, buena mujer, todo tiene una fácil explicación: si hubiera escogido el éxito o la riqueza los
otros dos nos habríamos quedado afuera, pero me han elegido a mí, y a donde yo voy ellos van,
pues donde hay amor, siempre hay éxito y riqueza.
¡Ahora todo estaba aclarado! El matrimonio entendió que vivir rodeados de amor es lo que
realmente da la felicidad completa. Gracias a su maravillosa hija habían elegido bien, pues el amor
les traería también éxito y riqueza en la vida.
Los seis se dieron un cálido abrazo y después compartieron el aromático estofado casero, que por
cierto, estaba para chuparse los dedos.
