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Miércoles de fábula

LA LIRA
El sol había abrasado la ciudad de Nazaret. Se escondía, burlón, después de
escuchar las protestas y lamentos por el bochorno. María había preparado una jofaina
grande, llena hasta los bordes, con tres cántaros de agua, para refrescar al Niño. Con
dos copos de lana prensada, escurría gotas de agua sobre el cabello revuelto. Jesús,
con sus puños redondos, restregaba sus ojos para evitar el picor.
María pasó su mano sobre el corazón del Niño, e imitó el movimiento de los
dedos cuando se hace sonar la lira. Jesús abrió de repente sus ojillos vivarachos, y se
empezó a reír y a retorcerse por las cosquillas.
—¡Uy!, ¡si mi Niño tiene una lira en el pecho! ¿No te he contado esta historia?
«Cuando Dios creó al hombre del barro, y le sacó una costilla para que naciera la
mujer, le introdujo una lira muy bien afinada. Adán se despertó, y no se dio cuenta del

cambio. De repente se encontró con Eva, y empezó a cantar y a decirle piropos y cosas
muy bonitas y a bailar él solo de contento.
Entonces Eva se acercó despacito, puso su oído en el corazón de Adán y le dijo:
—Suena como una lira.
—Tienes razón. Tú has sido el artista que ha introducido las yemas de los dedos
entre las cuerdas, y ¡ha sonado tu música!
Desde entonces, todos los niños y niñas nacemos con una lira dentro. Uno
mismo no la puede tocar. Sólo los demás lo pueden hacer. Hay algunos que no
entienden de música, y lo que hacen es romper las cuerdas. Y después es muy difícil
volverla a afinar. Otros tienen una suerte enorme, porque a su alrededor siempre
encuentran personas que saben sacar los mejores acordes de la lira.»
—Mi Niño es el más afortunado, porque su lira ¡nada menos que la toca Dios!
Jesús detuvo el movimiento de las pupilas y dijo:
—...Y Mamá... también.
El jilguero se puso a trinar.
Reflexión
En mi interior puedo encontrar los mejores acordes, las mejores cosas de la vida. Son
valores que me ha concedido Dios. Las personas que me quieren saben cómo hacerlos
crecer y sacarlos a la luz. Las personas que me quieren me ayudan a sacar lo mejor de
mí mismo. ¿Quiénes son esas personas especiales que me ayudan a crecer por dentro?
Le hablo a María de ellas.

EL ROSAL
Junto a la pared recalada de la sencilla casa de María, crece un rosal, que se
resiste hasta en invierno a dejar de saludarnos con la alegría de sus capullos blancos.
—Mamá, ¡qué suerte tienes! Nuestro rosal siempre tiene rosas.
—Claro, hijo. Es que es un regalo de Dios.
Ahora que vas siendo mayor te voy a contar su historia. «Una mañana,
tempranito, después de que todos los ruiseñores estrenaran la mañana con sus cantos y
las flores se lavasen la cara con el rocío, me puse a hacer mi alabanza al Creador por
todo lo que nos envuelve.
Aquel día se me inundaban los ojos y el corazón cuando repetía: "¡A Ti gloria y
alabanza por los siglos!".
Miré por la ventana que da al amanecer, y me pareció que el sol se empeñaba
más por entrar. Volví a repetir con fuerza: "¡El sol que gobierna el día!".
Y en aquel mismo instante me dijo: —¡María, qué suerte tienes! Dios me manda
a decirte que te quiere más que a todo lo que ha salido de sus manos.
Me quedé tan parada, que hasta me parecía que el corazón ya no latía.
Y seguí escuchando: —Vas a ser Madre, pero Madre de DIOS, porque quiere
quedarse entre vosotros.
Me acerqué a la ventana para mirar al sol. Sentí que sus rayos me penetraban
hasta las entrañas. Y cuando cerré los ojos, el sol me dijo: —¡No tengas miedo! ¡Verás
cómo puedes!
Y para recordarte que Dios es fiel a su palabra, el rosal que cuidas con tanto
esmero, no dejará de echar rosas blancas ni en invierno.
Contesté: —"AMEN". Que sea lo que Dios quiera.»
—Mamá, ¿por eso sólo sabes decir: ¿SÍ? —Igual que los capullitos blancos.
Comentario

Dios me ha dado una sensibilidad para poder contemplar las cosas bellas. Dios me
habla a través de la belleza, me habla con delicadeza, se acerca a mi corazón y me
hace comprender lo bueno de la vida. El pone señales que me van indicando su querer.
Tengo que responder con alegría y responsabilidad e ir descubriendo sus insinuaciones.
Me pide una respuesta a sus llamadas, busca mi Sí, cuenta conmigo como contó con
María. Tal vez el mundo se llenará de luz gracias a mi? Ayúdame María a parecerme a
ti.

LA CONFIANZA
Pingüino, reno y zorro eran muy amigos. Un día, el pingüino y el reno encuentran
un montón de fruta y deciden guardarla en secreto. Por el camino, se encuentran al
zorro, que al verles tan felices les pregunta por qué. Se resisten a contarlo porque es
secreto, pero el zorro les pide que confíen en él y lo hacen. Cuando llegan al pueblo, se
olvida de su promesa y lo cuenta a todo el mundo. Cuando vuelven el pingüino y el reno
por la fruta, los otros animales del pueblo ya se la habían comido. Ese mismo día
pingüino y reno encuentran otro lugar lleno de comida, y se repite la misma historia con
el zorro. Enfadados por sus traiciones, deciden darle una lección, y al día siguiente le
cuentan que han encontrado un lago tan lleno de peces que no hay que esforzarse en
cogerlos. El zorro vuelve a traicionarlos y cuenta el secreto. Al día siguiente, el zorro
aparece magullado, porque al contar a todo el mundo lo de los peces, habían ido allí
hasta osos polares; pero al no encontrar peces se sintieron engañados y le dieron una
buena zurra al zorro.
El zorro aprendió que la confianza es muy importante. Y también aprendió que
para que puedan confiar en uno, hay que ganarse esa confianza con lealtad, y
cumpliendo las promesas.
Posteriormente sus amigos le pusieron alguna trampa más, pero como ya no era
un bocazas, el zorro volvió a recuperar la confianza de pingüino y reno, y éstos le
perdonaron.
Reflexión
A veces los padres y los profesores nos piden que hagamos cosas que no
entendemos diciendo que es por nuestro bien. Aunque tenemos dudas, tenemos que
confiar en ellos para que de la misma manera ellos puedan confiar en nosotros.

Érase una vez, un león que dormía junto a un árbol, cuando un ratón se le acercó
y comenzó a correr hacia arriba y hacia abajo sobre él. Esto despertó al león, que colocó
su enorme pata sobre él y abrió sus grandes mandíbulas para tragárselo.
- Perdóname esta vez, oh rey, nunca lo olvidaré: ¿quién sabe, quizás pueda
hacer algo por ti alguno de estos días?
El león estaba tan emocionado ante la idea de que el ratón pudiera ayudarlo, que
levantó la pata y lo dejó ir.
Algún tiempo después el león se vio atrapado en una trampa humana y los
cazadores lo ataron a un árbol mientras buscaban un carro para llevarlo.
Justo en ese momento, pasó el ratoncito, y al ver la triste situación en la que se
encontraba el león, se acercó a él y pronto royó las cuerdas que ataban a su nuevo
amigo. El pequeño ratoncito logró salvar al león que le estuvo eternamente agradecido y,
desde entonces, siempre le dejó trepar a su lomo.
Reflexión
No subestimes las capacidades de otras personas porque parezcan débiles.
Recuerda que dudar de alguien hoy puede hacer que el día que tú necesites ayuda no la
tengas. Sé bondadoso con los demás, y los demás lo serán contigo. Si en algún
momento dudas de tus capacidades piensa en Jesús, que estará con nosotros hasta el
fin de los tiempos.

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